La prensa turca se hacía eco esta semana de la historia de Eliza B. Chrystie, una turista norteamericana que más de 50 años después ha decidido devolver varias piezas originales de un mosaico pertenecientes al museo de Santa Sofía en Estambul, entregándoselas a un dependiente de la zona.
Chrystie viajó a Turquía en 1956 acompañada de su marido y uno de los lugares que visitó fue -como no- la famosa Santa Sofía, una basílica construida por orden del emperador romano de oriente Justiniano I en el siglo VI de nuestra era, que tras la toma de Constantinopla en 1453 por los otomanos fue convertida en mezquita y que posteriormente con la creación de la República de Turquía en 1923, Atatürk decidió convertir en un museo.
Según parece cuando Chrystie visitó Santa Sofía (o Ayasofya, como dicen los turcos) estaban en marcha varios proyectos de restauración de unos valiosos mosaicos; no está claro si algunos trabajadores se los dieron o si simplemente decidió cogerlos por su cuenta, pero el caso es que esta turista regresó a Estados Unidos con varias piezas de más de 1.500 años de antigüedad en su bolsillo.
Chrystie decidió conservar las piezas en su casa, donde estuvieron guardadas durante cinco décadas, pero a medida que pasaba el tiempo comenzó a sentirse culpable por lo que había hecho y finalmente tras 55 años decidió regresar a Turquía acompañada de su hermana para devolver los mosaicos. No los entregó ella misma, sino que tras varios intentos decidió dárselos a Adil Birsen, conocido propietario de una lujosa joyería próxima a Sultanahmet, avergonzada de entregarlos ella misma en persona a los responsables del museo de Santa Sofía.
"Dos mujeres mayores vinieron a la tienda... Intentaron regatear sobre el precio de un collar pero al final dijeron que el precio era demasiado alto, así que se marcharon", explicaba Birsen en declaraciones al diario turco Radikal. Algunos días después Chrystie regresó a la tienda interesada por el mismo collar. "Ella quería rebajar el precio", contó el propietario de la joyería. "Entonces dijo que quería ayuda sobre otra cuestión, y me trajo las piezas del mosaico". Birsen explicó que la mujer dijo que los mosaicos no le pertenecían y que quería devolverlos a su lugar de origen, pero que no quería entregarlos ella en persona porque se sentía avergonzada; así que el joyero aceptó el "encargo" y devolvió las 11 piezas de mosaicos de oro a los responsables del museo de Santa Sofía.
Los expertos han confirmado que las piezas entregadas pertenecen a un mosaico original de Ayasofya. Responsables del museo han resaltado el enorme valor de los fragmentos entregados, y mostraron su deseo de que el Museo del Louvre haga lo mismo y devuelva a Santa Sofía las cerámicas que se llevaron hace años del lugar.
1 Comentarios
Paco el Viernes, 2 de Diciembre de 2011 a las 16:58:42
A veces los turistas somos la peor plaga de los monumentos
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