El dramático suicidio público el miércoles de un farmacéutico jubilado, desesperado por no llegar a fin de mes y que lamentaba verse ante la perspectiva de tener que buscar comida entre la basura, ha desatado una ola mezclada de espanto, consternación e indignación en Grecia, donde la sociedad griega observa el suceso como una muestra de la agónica situación en la que se ha visto sumida gran parte de la población a causa de los drásticos recortes.
"Soy jubilado, y no puedo vivir en estas condiciones. Me niego a buscar comida en la basura, y por eso he decidido poner fin a mi vida", explicaba Dimitris Christoulas, un jubilado de 77 años, en la nota que dejó en su bolsillo antes de dispararse un tiro en la cabeza a primera hora de la mañana del miércoles a pocos metros del parlamento, en la conocida Plaza Syntagma, centro neurálgico de la capital griega y epicentro de las protestas contra el gobierno desde el inicio de la crisis.
Este dramático suceso, ocurrido en plena hora punta, ha sacudido las conciencias de muchos ciudadanos no por compasión, sino porque ven en ese acto el reflejo de la desesperación que ellos mismos padecen. En un país donde no es difícil encontrar a antiguos pequeños empresarios vagabundeando por las calles y donde muchos ciudadanos afirman desesperados que ni siquiera pueden comprar leche para alimentar a sus hijos, la tragedia de Christoulas ha quedado grabada como el reflejo de la desesperación de todo un pueblo.
El mismo miércoles por la tarde miles de personas se concentraban en el lugar de la tragedia y se enfrentaban posteriormente a la policía antidisturbios, que tuvo que emplear abundante material antidisturbios para dispersar a los manifestantes, que arrojaron piedras y cócteles molotov contra la cercana sede del parlamento nacional.
"Un farmacéutico debería ser capaz de poder vivir confortablemente con su pensión... Esto muestra de qué forma se está destruyendo el tejido social en Grecia", explicaba a la prensa Vasilis Papadopoulos, portavoz del movimiento "Yo No Pago". En la nota escrita por el suicida, éste culpaba además claramente al gobierno y a la crisis de la deuda de su dramática decisión.
"No encuentro ninguna otra solución que un final digno antes de que tenga que comenzar a buscar comida entre la basura", explicaba Christoulas de acuerdo al texto filtrado a la prensa. En él además lamentaba que tras haber cotizado durante 35 años le quedase una jubilación que apenas le permitía subsistir y le ponía al borde de la indigencia.
La necesidad de Grecia de acudir a sucesivos paquetes de rescates internacionales -principalmente de sus socios europeos y el FMI- desde mayo de 2010 para evitar una bancarrota de su economía han obligado al ejecutivo a aplicar durísimas medidas de austeridad, recortando salarios y pensiones e incrementando los impuestos sobre una población ya ahogada por una situación económica que no acaba de abandonar la recesión y donde las cifras de paro se aproximan al 20%. En el caso de los jubilados, sus pensiones se han visto recortadas en un 15%, y un 20% en el caso de las superiores a los 1.200 euros, llevando a muchos de ellos a situaciones extremas.
Hay un hecho cierto, y es que la situación es desesperada para muchos griegos. Una muestra es la tasa de suicidios, que según datos de 2011 del propio ministerio de sanidad griego casi se han duplicado desde el inicio de la crisis. Muchos de ellos no obstante no quedan registrados como tales, y se clasifican como "accidentes" o "muertes inexplicables". El miércoles por la tarde decenas de notas escritas habían sido colgadas en el árbol bajo el cual el anciano Christoulas se había quitado la vida a las 9:00 de la mañana. "Ha sido un asesinato, no un suicidio", decía una de ellas.
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