Un comandante de la policía afgana y 12 agentes a su cargo se rebelaron en la provincia afgana de Farah, al oeste del país, y se unieron a los talibanes tras envenenar a siete de sus compañeros, según reconocieron el martes las autoridades afganas.
El comandante, que respondía al nombre de Mirwais, estaba a cargo de un puesto de control en el distrito de Bala Boluk, cuando decidió pasarse al bando de los talibanes llevándose consigo una veintena de armas, radios, un vehículo blindado y un todoterreno, según confirmó un portavoz del gobernador de Farah.
Al parecer sus siete compañeros fueron envenenados tras negarse a seguirles, aunque las informaciones apuntan a que todos ellos se encontrarían con vida aunque hospitalizados.
Pese a ser relativamente conflictiva, la provincia occidental de Farah, fronteriza con Irán, se encuentra ubicada en el oeste de Afganistán, un área que en teoría los talibanes no mantienen bajo su control, al contrario que sus bastiones insurgentes en el este y sur del país.
La noticia revela no sólo una de las primeras deserciones reconocidas por las autoridades afganas en el seno de sus débiles e incipientes fuerzas de seguridad, sino la debilidad del poder central y de la seguridad en el país a poco más de dos años de la retirada de las tropas extranjeras del país, prevista para finales de 2014.
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