Un terrorista suicida hizo se inmoló el sábado cerca de la sede de la OTAN en la capital afgana matando al menos a seis civiles y causando otros cuatro heridos, según informaron las autoridades locales. El autor del atentado al parecer se acercó hasta el lugar, uno de los más protegidos de la ciudad, a bordo de una moto cargada de explosivos que detonó cerca de la entrada a la gran base de Camp Eggers.
El ataque, si bien no se encuentra entre los peores sufridos por las fuerzas extranjeras en Afganistán, pone de nuevo sobre la mesa la cuestión de la seguridad en un país que quedará a merced de sus propias fuerzas para repeler la amenaza de los talibanes una vez se retiren las últimas tropas occidentales a finales de 2014.
Tras más de una década desde la invasión del país por tropa aliadas encabezadas por la OTAN, los talibanes siguen siendo una importante fuerza a combatir con importantes bastiones al sur y este del país y no pocos apoyos entre muchos afganos. Además han sido varios los ataques que han logrado llevar a cabo con éxito en la propia Kabul contra instalaciones muy protegidas tanto del gobierno afgano como de la ISAF o Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad (como se denomina a la misión de las tropas extranjeras en el país).
Según declaró un portavoz del ministerio del interior afgano entre las víctimas de este nuevo atentado había varios niños pequeños, aunque no pudo precisar su número ni edad. A través de un comunicado, una facción ligada a los talibanes se atribuyó el ataque diciendo que el "muyahidín" tenía como objetivo las oficinas de la CIA en Kabul, donde trabajan unos 2.500 empleados de la ISAF encargados entre otras labores de entrenar a las fuerzas de seguridad afganas.
El atentado del sábado coincidió además con las celebraciones en la capital afgana en memoria del 11º aniversario del fallecimiento de Ahmad Shah Masud, héroe de la lucha contra la ocupación soviética en los años 80, asesinado en 2001 por miembros de Al Qaeda que fingieron ser periodistas.
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