La historia de un hombre que perdió a parientes, amigos y su casa en el gran terremoto que asoló en 1999 la región del Mármara, en el noroeste de Turquía, ha saltado estos días a los titulares de la prensa turca tras viajar más de mil kilómetros para reencontrarse con la persona que hace 18 años acudió desde el sureste del país para prestarle ayuda cuando más la necesitaba y en el peor momento de su vida.
Sabri Saral, un hombre de 55 años que reside en el distrito de Gölcük de la provincia de Kocaeli –justo donde se localizó el epicentro del seísmo de 7,4 grados que azotó en 1999 la región- decidió recorrer los más de 1.000 kilómetros que separan su ciudad de Gaziantep, una gran urbe en el sureste de Turquía con cerca de 2 millones de habitantes, con la esperanza de encontrar a la persona que hace 18 años viajó la misma distancia para llevar dinero, comida y medicamentos a su familia tras el tremendo desastre que asoló sus vidas.
Saral, que se había hecho a sí mismo la promesa de viajar para reencontrarse con su salvador y darle las gracias, aprovechó sus últimas vacaciones para cumplirla; sin embargo para cuando llegó a Gaziantep era muy poco lo que conocía sobre aquella persona que le ayudó cuando más lo necesitaba: únicamente recordaba su nombre –Murat- y que era farmacéutico de profesión, y que su padre era propietario de un supermercado en Gaziantep, una ciudad enorme de dos millones de habitantes. Era una locura, casi como buscar una aguja en un pajar.
“Todo el mundo que supo que me iba a Gaziantep me decía ‘Estás loco, nunca le encontrarás’, pero yo decía que si alguien quiere encontrar algo lo hará y que Dios me ayudaría, y me eché a la carretera”, explicó Saral. Tras llegar a Gaziantep, el hombre quiso dirigirse en primer lugar a una mezquita situada en el centro de la ciudad para rezar, y seguidamente comenzó su difícil búsqueda internándose en la primera calle que vio para preguntar a los comerciantes locales si conocían a alguien llamado Murat o a su padre, con la poquísima información de que disponía.
“Me di a mi mismo tres días para encontrarlo, pero Dios me ayudó, y encontré a mi hermano Murat 4 horas después de haber llegado a Gaziantep”, explicó Saral. “Vi a un hombre mayor y le pregunté si conocía a un farmacéutico llamado Murat, cuyo padre tenía un supermercado. El hombre se quedó pensando un rato, me pidió que esperara y llamó a alguien para que le dijera a Murat que viniera”, relató emocionado.
Cuando finalmente llegó hasta el lugar y se produjo el ansiado reencuentro, Murat –que resultó apellidarse Temeloğlu- asegura que al ver a Saral pensó que aquello no podía ser real, teniendo en cuenta todos los años que habían pasado y que en ningún momento se habían dado los datos de contacto.
“Sólo nos vimos durante aproximadamente una hora (en Kocaeli) y charlamos un poco, y después yo regresé a Gaziantep porque fui a verle (para entregarle la ayuda) justo poco antes de terminar mi trabajo (como voluntario tras el terremoto). Ahora y después de 18 años mi amigo ha hecho todo el camino (hasta aquí) y me ha encontrado tan sólo preguntando. El mundo es muy pequeño”, dijo Temeloğlu.
Cuando ocurrió el desastre de 1999, Murat Temeloğlu era un farmacéutico de sólo 20 años de edad que en cuanto recibió la noticia del gran terremoto que había arrasado el noroeste de Turquía, y después de enterarse de que los farmacéuticos de Kocaeli buscaban voluntarios que llevasen medicamentos a los afectados, se echó a la carretera para recorrer el millar de kilómetros que le separaban de Gölcük y llevar medicinas a las víctimas del terremoto.
“Vino a mi casa y me preguntó si estaba bien. Me dio algunos medicamentos. Luego se fue, pero permaneció en mi mente para siempre. ¿Cómo puedes olvidar nunca lo que te ocurre en los días más difíciles de tu vida?”, contó Saral, quien junto con su amigo recordó con gran emoción el desastre.
El gran terremoto del Mármara de 1999 alcanzó los 7,4 grados de intensidad en la escala Richter y afectó a la región más industrializada y poblada de toda Turquía, matando según cifras oficiales a 17.480 personas y dejando decenas de miles de heridos. Se calcula que 285.000 edificios resultaron dañados por el seísmo y que unas 600.000 personas se quedaron sin hogar por el temblor, que se prolongó durante 45 interminables segundos y dejó profundas heridas difíciles de curar que a las víctimas aún les cuesta recordar.
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