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Turismo

Pamukkale y Hierápolis: historia de uno de los lugares más turísticos de Turquía

Vista de las terrazas de Pamukkale, con las ruinas de Hierápolis en lo alto

Vista de las terrazas de Pamukkale, con las ruinas de Hierápolis en lo alto

27-05-2018 - 16:30 CET | Hispanatolia

El conjunto formado por las terrazas blancas de travertino de Pamukkale, y las ruinas de la antigua ciudad de Hierápolis situadas encima, ambos declarados Patrimonio de la Humanidad, es ya uno de los principales destinos para el turismo en Turquía.

Situado en la provincia turca de Denizli, Pamukkale -una palabra que significa literalmente “Castillo de Algodón”- se sitúa sobre las ruinas de la antigua ciudad de Hierápolis; ambos forman un conjunto único famoso por las terrazas blancas -visibles desde varios kilómetros de distancia- que se ha convertido en los últimos años en uno de los lugares más visitados de Turquía.

Las famosas terrazas de caliza y travertino de Pamukkale, de 160 metros de altura, han sido esculpidas por las fuentes termales que vienen modelando el paisaje de la zona desde hace miles de años; conocidas ya desde la antigüedad por sus propiedades curativas, fue precisamente su existencia lo que llevó a construir en su cúspide la ciudad helenística de Hierápolis, que alcanzó su apogeo en época romana como lugar de descanso para las clases más acomodadas.

Las aguas termales, ricas en calcio y que brotan con un caudal de 250 litros por segundo, y a temperaturas medias de entre 40 y 50 grados (lo que permite caminar por ellas incluso en invierno), ya eran conocidas por los antiguos griegos, que atribuían sus beneficios a dioses como Asclepio o Apolo.

Fue el rey Eumenes II, gobernante del Reino de Pérgamo, el que originalmente fundó la ciudad de Hierápolis en el siglo II a.C. No obstante anteriormente las propiedades curativas de Pamukkale ya habían atraído anteriormente a otras civilizaciones cuyos restos aún pueden descubrirse hoy en día, pese a que la mayor parte de lo que puede verse hoy día corresponde a los restos de la ciudad fundada en época helenística.

Fue bajo el Imperio Romano no obstante cuando Hierápolis floreció, alcanzando su esplendor en el siglo III de nuestra era, pese a que un terrible terremoto en el año 60 d.C. obligó a su reconstrucción. Las termas, varios templos, un arco monumental, un ninfeo, una necrópolis y sobre todo su antiguo teatro son los principales monumentos que pueden verse del período greco-romano.

El Templo de Apolo fue construido durante la época helenística en honor al dios protector de la ciudad. Destruido con el tiempo, fue reconstruido por los romanos, que emplearon piedras del templo original para edificar el nuevo, aunque con un estilo romano. Sus restos aún pueden verse hoy día, pese a que sólo queden unas escalinatas y algunas columnas en pie.

Tras el reconocimiento del cristianismo como religión del Imperio por parte del emperador Constantino, quien en el año 330 fundó la Nueva Roma (más tarde llamada Constantinopla en su honor) en el año 330 sobre la antigua Bizancio, Hierápolis se convirtió en un obispado y un importante centro religioso del Imperio de Oriente con varias iglesias, debido a que la ciudad fue escenario del martirio de San Felipe -uno de los 12 apóstoles de Jesús- e incluso se cree que albergaba su tumba. La ciudad fue conquistada por los selyúcidas en 1210 y finalmente destruida de nuevo por un gran terremoto en 1354.

Los restos de las antiguas murallas de época bizantina, las ruinas de iglesia octogonal dedicada a San Felipe, el Arco de Domiciano (construido en honor a dicho emperador en el siglo I), o el Plutonio, que los antiguos creían que era una puerta de acceso al inframundo, completan el recorrido por los principales restos y monumentos que pueden verse en Hierápolis, que en 1998 fue incluida -10 años más tarde que las terrazas de Pamukkale- en la lista de Patrimonio Mundial de la Humanidad de la UNESCO.

Uno de los lugares más conocidos por los turistas que quieren viajar a Hierápolis es la antigua piscina formada por el derrumbe de varias columnas durante un terremoto que sufrió la ciudad en 692, y que provocó que se acumulasen en el lugar aguas termales. Su temperatura se mantiene constantemente a 36 grados centígrados, y constituye toda una experiencia poder tomar un relajante baño en sus aguas rodeado de antiguos restos arqueológicos semisumergidos.

De hecho las propiedades curativas de las aguas de la zona son bien conocidas y se dice que son un excelente remedio natural para dolencias como el reumatismo o enfermedades de la piel, pero también para problemas nerviosos o cardiovasculares.

La combinación casi perfecta que ofrecen Pamukkale y Hierápolis ha hecho que en los últimos años su popularidad no haya dejado de crecer, hasta llegar a convertirse en uno de los lugares más visitados por los turistas -tanto turcos como extranjeros- de toda Turquía.

Uno puede iniciar el recorrido subiendo por las impresionantes terrazas blancas de Pamukkale -es obligatorio hacerlo descalzo- y, tras beneficiarse de sus aguas curativas, terminar recorriendo las ruinas de la ciudad de Hierápolis; o bien tomar el camino inverso, dejando para el final el descenso por las terrazas de travertino y contemplar desde ellas la puesta de sol. Merece la pena también quedarse en uno de los hoteles de la zona y pasar la noche en Pamukkale, especialmente si se tiene la oportunidad de contemplarlo bajo la luna llena.

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