Büşra Teke siempre quiso ganarse la vida salvando la vida a otras personas, y además le encantaba conducir. Así que optó por combinar ambos deseos en uno y acabar haciendo lo que mejor unía ambas aspiraciones, y terminó convirtiéndose en conductora de ambulancia, algo no siempre fácil en una profesión dominada por los hombres.
“¿Qué podría ser mejor que ser una conductora de ambulancia? Es el trabajo de mis sueños”, asegura Teke, que a sus 29 años está casada y es madre de un niño pequeño. Pero en este 8 de marzo que en todo el mundo –también en Turquía- señala la celebración del Día Internacional de la Mujer, ella es consciente de que es una entre un millón; o mejor dicho, para ser exactos, una de entre 100 conductores de ambulancia en la capital turca, Ankara.
Aun así, aunque sea despacio, las cosas avanzan y el número de conductoras ha crecido en los dos últimos años, según cifras oficiales. Pero en los tres años que lleva ejerciendo su profesión, Teke ha tenido en más de una ocasión que afrontar situaciones de discriminación o de dudas sobre su capacidad por el simple hecho de ser mujer.
Por ejemplo cuenta que en ocasiones los familiares de algunos pacientes dudan en subirse a la ambulancia al ver que una mujer va a conducirla; “Luego enseguida se disculpan nada más ver que han llegado a salvo a su destino”, aseguró en una entrevista concedida a la agencia de noticias Anatolia.
Es precisamente de otras mujeres conductoras de las que Teke recibe una mejor actitud y respeto por su profesión. Así lo expresa Hande Arı, una maestra de 29 años: “Creo que las mujeres conductoras de ambulancia están haciendo un buen trabajo... Este trabajo no debería pertenecer sólo a los hombres. No me importaría que mi hija hiciera este trabajo en el futuro. Ya basta de patriarcado”, declaró Arı.
Las dos paramédicos con las que Teke trabaja codo con codo a diario salvando la vida de pacientes y trasladándolos a hospitales, sólo tienen elogios para ella. Sin embargo ella recibe sus mayores elogios de la gente mayor, asegura: “Son especialmente los mayores los que más aprecian nuestro trabajo. Nos felicitan, y algunas veces nos hacen gestos de saludo cuando nos ven trabajando y nos dicen ‘Bravo, bien hecho’ ”.
“Lo que más me gusta de mi trabajo es simplemente el salvar vidas humanas. Hay algunas cosas duras con las que nos encontramos pero preferimos centrarnos en la cara buena”, explicó Teke, que entró en algunos detalles sobre esas “cosas duras” que, desgraciadamente, son obra precisamente de muchos hombres.
“Salvar vidas es siempre gratificante, especialmente cuando salvas a un bebé, pero hay algunos desafíos importantes... Cuando los conductores hombres me ven conduciendo, normalmente no me dan paso, y tengo problemas con el tráfico mientras lucho por llevar a tiempo al paciente al hospital. Nos presionan”, se lamenta Teke, que considera que las mujeres conductoras son más precavidas y se fijan más al conducir.
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