Este 17 de agosto muchos turcos recuerdan con tristeza y dolor el 21º aniversario del Gran Terremoto del Mármara que asoló en 1999 el noroeste de Turquía con una intensidad de 7,4 grados en la escala Richter, causando 17.000 muertos, 45.000 heridos y dejando a 200.000 personas sin hogar.
Más de dos décadas después, aquella tragedia sirve para recordar el peligro que representan los terremotos en este país, pero también cómo en muchos casos las autoridades no toman las medidas necesarias para evitar que se produzcan víctimas cada vez que se desata un temblor en el que es uno de los países más activos sísmicamente del mundo.
Eran un verano muy caluroso, y fue a las 3:02 de la madrugada, cuando la mayoría de las personas trataban de dormir a pesar del calor, cuando el terremoto sacudió durante 45 segundos la tierra con epicentro en Gölcük -una localidad de la provincia de Kocaeli, al sur de Estambul- haciendo que miles de edificios se desplomasen como castillos de naipes. Yalova, otra provincia vecina a orillas del Mármara, y el propio distrito de Avcılar en Estambul resultaron también muy afectados.
"Fue como el día del juicio final", recordaba este lunes Hülya Döleker, una mujer de 59 años que perdió a una hija y un hijo en el seísmo. "A mí me rescataron (de entre los escombros) seis horas después. Mis hijos tendrían hoy unos 30 años si vivieran", contó a los medios mientras asistía a una ceremonia de homenaje organizada en Gölcük. El hijo de de Döleker fue encontrado enterrado 10 días después del seísmo. "Quiera Dios que no suframos un dolor similar de nuevo", dijo.
Aún quedan lecciones que aprender de aquel terremoto
Y es que aunque el desastre desató una gran oleada de solidaridad dentro y fuera de Turquía, las tareas de rescate en un país que tenía su región más poblada -y su principal motor económico e industrial- devastada por el seísmo, no fueron fáciles. Hubo muchos errores y caos, los hospitales apenas podían atender a los heridos, y los equipos de rescate trabajaron entre grandes dificultades.
Ilker Özkap, un hombre que ahora tiene 45 años, fue otro de los rescatados con vida tras el terremoto, pero el cuerpo sin vida de su madre no fue recuperado de entre los escombros de su casa hasta 40 días más tarde. "Hubo mucha escasez entonces. La respuesta fue tardía, y los escombros se retiraron tarde", aseguró. En total, se estima que más de 76.000 edificios quedaron destruidos por el seísmo, y muchos más seriamente dañados.
Años después, aunque se han hecho muchos progresos tanto en la legislación contra terremotos como en la propia coordinación frente a desastres -con la creación por ejemplo de la Agencia de Gestión de Desastres y Emergencias (AFAD)- aún quedan muchas lecciones por aprender en Turquía del Gran Terremoto del Mármara; la más importante: que no son los terremotos, sino los edificios inseguros, los que causan los muertos.
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