La economía de Turquía consiguió crecer al 3,9% en el tercer trimestre, reduciendo a la mitad el ritmo de crecimiento de su PIB respecto al segundo trimestre pero manteniéndose aun así muy por encima de la media de los países de la UE, donde el Producto Interior Bruto de la zona euro experimentó una expansión del 0,2% en el mismo período.
Según los datos oficiales publicados hoy por el Instituto Estadístico Turco (TÜİK), en el período entre julio y septiembre el PIB turco creció al 3,9%, muy por debajo del crecimiento del 2º trimestre, lastrado por la elevadísima inflación y por la caída de la demanda a nivel global, lo que está frenando tanto el consumo interno -uno de los principales motores de la economía turca- como las exportaciones de Turquía, que tiene en la UE -y especialmente en Alemania- su principal mercado.
El crecimiento de la economía turca ha tenido, sin embargo, un alto precio: y es que ha sido posible gracias a la política del Banco Central Turco -apoyada por el propio Erdoğan- de recortar sistemáticamente los intereses, que actualmente están al 9% en su tipo de referencia a una semana, lo que ha permitido sostener la producción, el empleo y las exportaciones en el país euroasiático, pero también la inflación, que está fuera de control y en octubre aumentó hasta el 85,5%.
El alza de los precios, especialmente en los alimentos y la energía, se ha visto agravada además por el aumento del consumo interno tras el fin de las restricciones por la pandemia, y sobre todo por la guerra en Ucrania, puesto que Turquía importa casi la totalidad del gas y el petróleo que consume.
A pesar de la política de bajos tipos de interés, el gobierno turco pretende reducir la inflación impulsando el crecimiento de la economía de Turquía con el objetivo de acabar con el déficit estructural del Estado, en lo que ha sido bautizado como “Modelo Económico Turco”.
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