El presidente ruso Vladimir Putin prometió el viernes mejorar la vida de la minoría tártara que vive en Crimea, pero advirtió a este pueblo de origen turco que profesa la fe musulmana que deben renunciar a sus lazos con Kiev y aceptar integrarse en Rusia, tras la anexión por parte de Moscú de esta estratégica península ucraniana el pasado marzo.
"Estamos listos para trabajar con todos... pero ninguno de nosotros puede permitir que el pueblo tártaro de Crimea se convierta en una baza a jugar en las disputas... especialmente en las disputas entre Rusia y Ucrania", declaró Putin, que se refirió así mismo al disidente tártaro de 70 años Mustafa Abdülcemil Kırımoğlu, conocido líder de la minoría tártara y ex presidente de la Asamblea Nacional Tártara de Crimea, que es miembro del parlamento ucraniano y al que las nuevas autoridades crimeanas han negado la entrada en la península.
"Entiendo que hay personas que han hecho mucho por los tártaros crimeanos y que han luchado por sus derechos durante décadas... Pero hoy todos debemos darnos cuenta de que los intereses de los tártaros crimeanos actualmente están vinculados a Rusia. Uno no debe defender los intereses de los tártaros de Crimea que viven en Rusia, en Crimea, desde el parlamento de otro país. Esto simplemente no tiene ningún sentido, es un chiste", recalcó el líder ruso, sin nombrar a Kırımoğlu.
Las palabras de Putin se producen en un momento en que Moscú trata de ganarse la confianza de esta minoría turca que constituye el 12% de la población de Crimea, y que hasta ahora se ha negado a reconocer a las autoridades pro-rusas de la península. Los tártaros boicotearon de hecho el referéndum separatista celebrado en marzo, temerosos de ver su destino nuevamente vinculado con Moscú, al que asocian con las deportaciones masivas, la opresión y la discriminación sufridas durante la época del dictador Stalin.
Precisamente estos días se cumple el 70º aniversario de aquella orden que Stalin -acusándolos de colaborar con los nazis- dio en los años 40 de deportar masivamente a los tártaros a Asia Central, en un proceso en el que cerca de un millón de ellos murieron. Décadas de estigmatización y marginalización han marcado a los 300.000 tártaros que hoy día se estima viven en Crimea, cuya situación esta semana la OSCE describía como "especialmente precaria".
Al mismo tiempo observadores de Naciones Unidas aseguraban en un informe publicado el viernes -y muy criticado por Rusia- su gran preocupación por el deterioro de la situación de los derechos humanos en Crimea, advirtiendo sobre el trato discriminatorio que están recibiendo las minorías étnicas y religiosas, entre las que se encuentran los tártaros.
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