Turquía condenó este lunes el asalto al Congreso y otras instituciones gubernamentales en Brasil por parte de partidarios del expresidente Bolsonaro, al tiempo que expresó su apoyo al presidente brasileño electo Luiz Inacio Lula da Silva tras los graves incidentes ocurridos ayer, que el propio Lula y otros países no han dudado en calificar como un intento de golpe de Estado.

“Condenamos los actos de violencia contra el gobierno dirigido por el Presidente Luiz Inacio Lula da Silva, el Congreso y el Tribunal Constitucional en Brasil”, expresó en un comunicado oficial el Ministerio de Asuntos Exteriores de Turquía, al tiempo que transmitía su solidaridad con el gobierno y el pueblo brasileños ante los graves incidentes de ayer. “Es importante respetar los resultados de las elecciones y los procesos democráticos, que reflejan la voluntad del pueblo”, añadía el comunicado.

Numerosos gobiernos y líderes políticos en todo el mundo han reaccionado con estupor e indignación ante el asalto que miles de seguidores de Bolsonaro -que a día de hoy sigue sin reconocer su derrota y permanece fuera de Brasil- lanzaron contra la sede del Congreso, el Tribunal Supremo y el palacio presidencial en Brasilia, pidiendo la intervención del ejército para derrocar al recién reelegido Presidente Lula da Silva.

Uno de los primeros gobiernos en condenar los hechos fue el de Estados Unidos, cuyo presidente Joe Biden condenó el asalto en un mensaje a través de Twitter: “Condeno el ataque contra la democracia y la transferencia pacífica de poder en Brasil. Las instituciones democráticas de Brasil tienen todo nuestro apoyo, y la voluntad del pueblo brasileño no debe ser socavada. Estoy deseando poder trabajar con el Presidente Lula”, escribió Biden.

No en vano, muchos han comparado el asalto de ayer en Brasil con el asalto al Capitolio de los EE.UU. perpetrado hace 2 años por miles de seguidores de Trump, cuando éste también se negó a reconocer su derrota. La policía necesitó ayer varias horas para poder recuperar el control y expulsar a los partidarios de Bolsonaro, mientras otros incidentes se repetían también en Sao Paulo. Tras estos hechos, Lula ordenó que el Gobierno federal asuma las labores de seguridad en Brasilia.