Los turcos celebraron el domingo 26 de agosto con actos por todo el país el 947º aniversario de la Batalla de Manzikert (Malazgirt, en turco), ocurrida en el año 1071 y en la que los ejércitos de los turcos selyúcidas derrotaron en inferioridad numérica al Imperio Bizantino marcando el inicio de la conquista y asentamiento en Anatolia, que en pocos siglos dejaría de ser un territorio habitado por griegos cristianos para transformarse en la patria definitiva de los turcos.
Para esta época el antaño poderoso Imperio Romano de Oriente –llamado por los historiadores modernos Imperio Bizantino, aunque ellos nunca usaron esa denominación- estaba reducido a los Balcanes y Asia Menor –Anatolia- a excepción de algunas pocas plazas en el sur de Italia remanentes de las conquistas de Justiniano en el siglo VI.
Anatolia era la principal fuente de suministro de grano y soldados para el imperio, y durante siglos los thémas bizantinos -organizados tras las reformas puestas en marcha por el emperador Heraclio a raíz de la conquista musulmana de Siria y Egipto- habían logrado defender con éxito las fronteras del este.
Sin embargo la crisis que estalló en Constantinopla tras el fin de la dinastía macedónica supuso el debilitamiento de las defensas orientales, dejando Anatolia abierta a las incursiones de los turcos selyúcidas, que bajo el mando de Alp Arslan lograron hacerse con Armenia.
La llegada al poder en 1068 del nuevo emperador Romano IV Diógenes, un militar capadocio de éxito, hizo que éste organizara una fuerza militar de 70.000 hombres con el objetivo de reconquistar las plazas del este perdidas ante los turcos, después de haber dado por perdidas las posesiones bizantinas en Italia con la caída final de Bari.
Romano partió hacia el este con esta poderosa fuerza, integrada por catafractos –caballería muy pesada- y miles de soldados de infantería, siendo aproximadamente la mitad bizantinos y el resto mercenarios y aliados turcos, normandos, sirios, eslavos y armenios. Su objetivo era apoderarse de las fortalezas selyúcidas en torno al lago Van, incluyendo Manzikert (hoy día Malazgirt, un pequeño pueblo de la provincia turca de Muş), y frenar así las incursiones turcas en el interior de Anatolia.
Varios errores del emperador romano condujeron a los bizantinos al desastre
El emperador sin embargo cometió varios errores; uno de ellos fue apresurarse dividiendo sus fuerzas al enviar un contingente de 30.000 soldados al oeste del lago Van, dado que esperaba que Arslan atacase su ejército por ese lado: de esta forma pretendía atrapar a los turcos entre dos frente en el habitual movimiento de pinza, todo un clásico de la estrategia militar romana.
Sin embargo Romano carecía de la información suficiente sobre los movimientos del sultán selyúcida, que por el contrario atacó con sus fuerzas desde el lado este del lago y se aproximó al contingente de 30.000 soldados enviado por el emperador: dicha fuerza estaba integrada en su mayoría por mercenarios de origen túrquico, y aunque no está claro qué ocurrió, parece que decidieron retirarse al ver la fuerza de Arslan.
El 23 de agosto Romano tomó la estratégica ciudad de Manzikert y decidió hacer frente allí a Arslan; no obstante el ejército del sultán estaba integrado en su mayoría por caballería ligera de arqueros, una fuerza mucho más móvil que la pesada infantería y caballería bizantina, pese a que las estimaciones modernas hablan de que el sultán turco no contaba con más de 30.000 efectivos, una fuerza mucho menor que la del emperador.
Pese a su superioridad numérica, muchos de los soldados bizantinos habían sido recientemente reclutados y no tenían mucha experiencia en batalla; además su lealtad era dudosa, ya que parte de ellos estaba comandada por el strategos Andrónico Ducas, miembro de una familia rival del emperador pretendiente al trono.
Ignorando el consejo de muchos de sus ayudantes, Romano sin embargo confió en su teórica superioridad numérica –ignorando por completo que su fuerza secundaria de 30.000 hombres había huido- e incluso rechazó las propuestas de negociación enviadas por el sultán turco.
De nuevo cometió varios errores, plantando cara a Arslan en una gran llanura donde las fuerzas turcas podían maniobrar fácilmente, y ordenando a su caballería de catafractos que cargase contra la caballería ligera turca: dado que las fuerzas turcas eran más móviles y ligeras, siguieron la habitual táctica nómada disparando y manteniendo la distancia con respecto al enemigo, con lo que las tropas bizantinas -más pesadas- acabaron cansadas y dispersas.
Tras varias horas de persecución infructuosa, el centro del ejército imperial formado por las tropas bizantinas se había alejado tanto de sus alas que resultaba imposible transmitir órdenes o coordinar sus movimientos.
Al ver que caía la noche, Romano ordenó entonces a su centro retroceder hasta el campamento base, pero esto fue interpretado por su alejado flanco derecho como un signo de que había sido derrotado, así que decidió retirarse de la batalla; mientras el flanco izquierdo del emperador, también demasiado alejado, era rodeado y aniquilado por la caballería de arqueros turcos.
La retaguardia dirigida por Andrónico, que se suponía debía apoyar los flancos en caso de problemas, vio en la aparente derrota de Romano una oportunidad y decidió también abandonar la batalla regresando a Constantinopla para apoyar las aspiraciones al trono de su familia. El centro del Basileus se vio así solo en el campo y rodeado por los turcos, que acabaron masacrando sus fuerzas y capturando al emperador.
Los continuos errores de Romano, que confió demasiado en su superioridad numérica, sumados a la hábil pericia de Arslan y a las traiciones dentro del ejército imperial, condujeron a una derrota absoluta y desastrosa para los bizantinos, que perdieron prácticamente de forma definitiva su capacidad militar ofensiva, y a partir de esta fecha lucharían a la defensiva.
Aquí comenzó la caída del Imperio Bizantino
En un principio las consecuencias de la derrota no fueron demasiado severas: el sultán turco trató con magnanimidad al emperador y únicamente le obligó a firmar un tratado de paz por el que los turcos recuperaban el control de varias plazas fronterizas como Manzikert y se hacían con el control de otras nuevas, y recibían además de manos del emperador el pago de varias sumas de oro al año como tributo.
De esta forma Arslan, que no estaba realmente interesado en Anatolia, podía volver a poner su atención en los fatimidas de Egipto, que eran su verdadera preocupación. Sin embargo a su regreso a Constantinopla Romano se encontró con que había sido depuesto: el nuevo emperador Miguel VII ordenó su detención, tortura –siguiendo la tradición bizantina fue cegado y mutilado- y asesinato, y se negó a acatar los términos de paz acordados con Arslan.
Esto y el estallido de una nueva guerra civil por el poder entre los bizantinos hizo que los turcos selyúcidas no se sintieran ligados al tratado acordado con Romano, por lo que a partir de 1073 fueron apoderándose de las indefensas ciudades fronterizas del este y finalmente de todo el interior de Anatolia, formando el nuevo sultanato de Rüm (es decir, de Roma) y dejando relegado el control del Imperio Bizantino únicamente a las ciudades costeras.
De esta forma en pocos años el imperio perdió su principal fuente de grano, soldados e impuestos, y su frontera se volvió completamente indefendible, motivo por el cual los cronistas de la época se refirieron a la Batalla de Manzikert como “aquel día terrible”.
La facilidad con la que los turcos se apoderaron del interior de Anatolia en tan pocos años se debió también a que los campesinos cristianos, sometidos a una semi esclavitud bajo los terratenientes bizantinos, preferían a los turcos, que los liberaron y les impusieron además muchos menos impuestos.
Otra de las consecuencias de la derrota en Manzikert fue que la situación de los bizantinos se hizo tan desesperada que el propio emperador Alejo I Comneno optó por pedir en 1095 ayuda al Papa Urbano II, quien aprovechó su solicitud para declarar entonces la que sería la Primera Cruzada... Pero eso, ya es otra historia.
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