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Cultura

Turquía celebra el 950º aniversario de la histórica batalla de Manzikert

Batalla manzikert turcos selyucidas bizantinos

25-08-2021 - 17:00 CET Pablo Gómez | Hispanatolia

La batalla, que en 1071 enfrentó a una fuerza de 30.000 turcos selyúcidas con un ejército de 100.000 bizantinos, cambió para siempre la historia.

El martes se iniciaron en varias localidades del este de Turquía las celebraciones por el 950º aniversario de la histórica Batalla de Manzikert (Malazgirt, en turco), que se prolongarán durante tres días y cuyo punto álgido tuvo lugar hoy con una ceremonia en la provincia de Bitlis -donde se cree que acampó el ejército turco selyúcida- a la que asistió el presidente Erdoğan, mientras que un segundo evento se celebró en Muş, donde se desarrolló el combate.

Durante la ceremonia en Bitlis, celebrada en el distrito de Ahlat, marcada este año por las medidas de seguridad y las restricciones de público a causa de la pandemia de coronavirus, Erdoğan destacó que la propia Ahlat ha sido durante siglos un puente de civilizaciones entre Oriente y Occidente, y el lugar donde los nómadas turcos procedentes de Asia Central se reunieron en su migración hacia las tierras del Oeste.

En Malazgirt, un distrito de la provincia de Muş en cuyas cercanías tuvo lugar la batalla, se celebró un desfile y se exhibieron varias yurtas (tiendas nómadas) donde se mostró la historia de los turcos y los selyúcidas; también se celebraron competiciones en deportes tradicionales como tiro con arco a caballo, cirit -un ancestral deporte turco en el que jinetes a caballo se arrojan jabalinas- y carreras de caballos. Con motivo de su aniversario, en Turquía se prepara incluso el estreno de una película.

Lo cierto es que la localización exacta del crucial enfrentamiento que tuvo lugar en el año 1071 en Manzikert entre turcos y bizantinos sigue siendo desconocida, aunque los expertos siguen buscando los restos de esta gran batalla histórica que marcó el declive del Imperio Romano de Oriente y abrió las puertas de Anatolia (Asia Menor) a los turcos durante los siguientes mil años.

Las consecuencias de la batalla fueron más allá, ya que fue la desastrosa derrota bizantina en Manzikert la que llevó a los romanos a buscar ayuda en Occidente y más concretamente en el Papa de Roma: poco más de 20 años después de la batalla, y ante la petición de auxilio del emperador bizantino Alejo II, el Papa Urbano II promulgaría en 1095 la primera cruzada, a la que seguirían varias más en siglos sucesivos.

Más de 100.000 soldados bizantinos frente a 30.000 turcos selyúcidas

A medida que el sultán selyúcida Alp Arslan lograba conquistar territorios en Siria y al este de Asia Menor frente a los armenios -en 1064 los selyúcidas habían conquistado Ani, la capital del reino armenio bagrátida- muchos pueblos nómadas turcos procedentes del Este que habían emigrado desde Asia Central comenzaron a hacer incursiones en Anatolia, entonces bajo control de los bizantinos.

El nuevo emperador bizantino Romano IV, un general capadocio con gran experiencia, había llegado precisamente al trono prometiendo acabar con las incursiones de los turcos en Asia Menor, que constituía la principal fuente de soldados, grano e impuestos para Bizancio. Alp Arslan no tenía control sobre todos estos pueblos y clanes turcos que realizaban razias en las tierras fronterizas de los bizantinos, pero estos estaban decididos a acabar con el problema y decidieron atacar a Alp Arslan.

Romano IV reclutó un ejército formidable para la época que posiblemente rondaba los 100.000 soldados, aunque otras fuentes lo elevan hasta los 200.000; con él, el emperador aseguraba que llegaría hasta Mesopotamia y conquistaría Bagdad. Frente a semejante fuerza, el sultán selyúcida sólo pudo reclutar una fuerza de unos 30.000 hombres, la mayoría de ellos caballería ligera de jinetes arqueros a caballo.

Pese a los intentos del sultán por llegar a un acuerdo, Romano IV siguió avanzando con su ejército; éste sin embargo era una fuerza heterogénea compuesta por un núcleo formado por la guardia varenga de palacio y los soldados más profesionales de los themas, a los que se habían unido mercenarios europeos, levas campesinas de las provincias con escasa experiencia en combate, e incluso nómadas turcos a sueldo del emperador.

Los muchos errores del emperador romano

Muchos de esos mercenarios europeos acabarían causando más destrucción en su marcha hacia el este que las incursiones de los nómadas turcos, y terminarían sublevándose. A esto había que unir las disputas internas por el trono bizantino, que incluían a algunos generales que tenían aspiraciones de derrocar a Romano IV, por lo que el ejército además de ser muy heterogéneo estaba dividido.

Además, la caballería bizantina era principalmente pesada -compuesta por catafractos- y no estaba preparada para hacer frente a la caballería ligera selyúcida ni a sus tácticas de combate típicas de las estepas, que distaban mucho de la forma de combatir “a la romana” de los ejércitos de Bizancio.

Aun así, Alp Arslan vio en el avance de aquel descomunal ejército una gran amenaza; se dice que antes de la batalla, se vistió con una mortaja blanca -similar a un sudario- usada para los enterramientos musulmanes para hacer ver a sus soldados que estaba dispuesto a morir, y les dijo: “Si me convierto en mártir, enterradme con esta tela y entregad el trono a mi hijo Melikşah”.

A favor del sultán jugaron sin embargo varios factores. Romano IV estaba tan confiado en su superioridad numérica, que ni siquiera envió exploradores para conocer los movimientos o la situación de los selyúcidas y, acampado a las afueras de la ciudad de Manzikert, al norte del Lago Van, decidió dividir sus fuerzas enviando un contingente de unos 30.000 hombres al sur, supuestamente para atrapar a Alp Arslan entre dos frentes en un clásico movimiento de pinza.

El día de la batalla

Alp Arslan, que sí seguía todos los movimientos de los bizantinos, atacó primero este contingente: no se sabe si esto soldados huyeron o fueron masacrados, pero no participaron en la batalla y las crónicas no los vuelven a mencionar. El sultán se movió entonces al norte para enfrentarse a la fuerza principal bizantina: seguían siendo unos 70.000 bizantinos frente a sólo 30.000 turcos.

Aquí, Romano IV cometió otro error, y permitió que fuese su rival quien escogiese el terreno del combate. Es muy posible incluso que la llegada de la fuerza turca sorprendiese al emperador romano y a sus fuerzas, que se desplegaron en un frente demasiado amplio tratando de perseguir a unos turcos que disparaban y se retiraban para luego volver a atacar y retroceder, siguiendo las habituales tácticas nómadas de combate.

Al final del día, la fuerza principal del emperador bizantino estaba rodeada y aislada, el ala izquierda de su ejército había sido aniquilada, mientras que el ala derecha se había retirado al creer a su emperador muerto. La retaguardia, comandada por un general de una familia rival de Romano IV, simplemente lo abandonó.

Tras la batalla de Manzikert, toda Anatolia quedó bajo el control de los turcos

Los soldados bizantinos atrapados junto a su emperador lucharon hasta el final, sufriendo enormes pérdidas, y Romano IV sobrevivió pero resultó herido: tan deplorable era su estado tras la batalla, que cuando un soldado turco lo condujo en presencia del sultán, éste al principio se negó a creer que aquel hombre sucio, magullado y vestido con harapos rotos fuese el emperador de los romanos.

Sin embargo, una vez lo reconoció, el sultán lo curó, lo trató como un huésped de honor durante una semana, y negoció con Romano IV un ventajoso tratado de paz que sólo obligaba a los bizantinos a ceder algunas plazas fronterizas y al pago de una suma anual, que el sultán incluso redujo después de que el emperador le dijese que era demasiado alta. Después, Alp Arslan le ofreció un grupo de soldados para escoltarle seguro de vuelta a Constantinopla.

Sin embargo, a su regreso a la capital bizantina, Romano IV se encontró con que había sido acusado de traidor por negociar con los turcos y que una conspiración de sus rivales le había derrocado. El emperador romano fue cegado y encarcelado, y su sucesor rompió los tratados con los selyúcidas, por lo que Alp Arslan consideró que ya no estaba obligado a cumplir lo pactado y los turcos fueron penetrando en Anatolia, apoderándose de las principales ciudades en sólo unos años: les ayudó además la desunión de los propios bizantinos, inmersos en sus disputas por el trono.

Sólo 6 años después de la histórica batalla de Manzikert los turcos selyúcidas se apoderaban de Nicea (İznik), considerada la puerta de entrada a Asia y una de las principales ciudades de Bizancio, afianzando definitivamente su presencia en Anatolia. Menos de 4 siglos después, en 1453 los turcos tomaron Constantinopla poniendo fin para siempre al Imperio bizantino, casi 1.000 años después de la caída de la misma Roma.

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