El cuerpo del periodista saudí asesinado Jamal Khashoggi fue probablemente quemado en un gran horno construido en la residencia oficial del propio cónsul general de Arabia Saudí en Estambul, según informó la cadena qatarí Al-Jazeera tras anunciar los resultados de una investigación llevada a cabo sobre el crimen.
Los nuevos detalles sobre el brutal asesinato del disidente saudí y columnista del Washington Post aparecen en un documental emitido el lunes por Al-Jazeera Arabic, en el que se asegura que el cuerpo descuartizado del periodista fue trasladado a la residencia desde el consulado, donde fue asesinado.
“Las autoridades turcas observaron arder el horno (construido en el jardín de la residencia) desde fuera del edificio, mientras las bolsas que se cree que contenían partes del cuerpo de Khashoggi eran trasladadas a la residencia del cónsul saudí después de que fuera asesinado en el interior del consulado, situado a unos pocos cientos de metros de distancia”, asegura el reportaje.
Al-Jazeera entrevistó a un trabajador turco que construyó el horno en cuestión, y que contó que fue hecho siguiendo las especificaciones del propio cónsul saudí; tenía que ser profundo, y poder soportar temperaturas por encima de los 1.000 grados centígrados, capaces de derretir el metal y por supuesto de destruir restos biológicos, incluyendo el ADN.
A mediados de febrero la policía turca reveló que tras matar a Khashoggi, el “escuadrón de la muerte” enviado desde Riad para cometer el crimen encargó 32 porciones de carne cruda a un conocido restaurante de Estambul.
Según asegura Al-Jazeera basándose en fuentes de la investigación en Turquía, esa gran cantidad de carne fue comprada para ser quemada en el horno junto con partes del cuerpo de Khashoggi, con el objetivo de disimular que se trataba de restos humanos. Citando a las autoridades turcas, la cadena indica que la quema de las partes del cadáver del periodista en el horno se prolongó durante tres días.
Además el documental afirma que el equipo de forenses turcos encontró restos de la sangre de Khashoggi –cuyo cuerpo nunca ha sido encontrado- en las paredes de la oficina del cónsul saudí, a pesar de que el grupo de sicarios enviado por Arabia Saudí las pintó tras el asesinato para tratar de ocultar las pruebas.
Khashoggi, que vivía exiliado en Estados Unidos donde era un columnista del periódico The Washington Post abiertamente crítico con las políticas de la monarquía saudí y con el propio príncipe Bin Salman, desapareció tras acudir el 2 de octubre a recoger unos documentos al consulado de Arabia Saudí en Estambul para poder casarse con su prometida turca, que le esperó durante dos horas en el edificio y que fue quien denunció su desaparición a la policía turca.
Tras dos semanas negando cualquier relación con lo ocurrido y asegurando que Khashoggi había salido del consulado, y abrumado por las pruebas y la presión internacional, el gobierno saudí finalmente acabó por reconocer que el periodista había sido asesinado durante una operación que “se había ido de las manos” y que supuestamente sólo pretendía hacerlo regresar a Arabia Saudí. Ankara exige desde entonces a Riad que los responsables del crimen sean extraditados a Turquía para ser juzgados en el país.
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