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Opinión

El AKP vuelve a cargar contra el alcohol

27-05-2013 - 00:00 CET

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Es de sobra conocido el deseo de los gobiernos conservadores, sea cual sea el país, de imponer su moral sobre sus ciudadanos. Es un desafortunado vicio que restringe la libertad individual de elección de la gente. En Turquía hemos vuelto a asistir a la peculiar cruzada del partido gobernante contra el alcohol.

En un artículo titulado “Si también pudiese ser un pez en una botella de rakı,” publicado el 3 de febrero del 2011 en este medio, ya escribí sobre el tema del AKP y el alcohol. La ley aprobada entonces tuvo como resultado, entre otras cosas, el cambio de nombre del equipo de baloncesto patrocinado por una marca de cerveza de Efes Pilsen a Anadolu Efes. Ahora, el gobierno da una vuelta de tuerca más al asunto.

Una vez más, a instancias del primer ministro Recep Tayyip Erdoğan, se vuelve a restringir la venta y el consumo de alcohol. Ahora, las empresas que produzcan, importen o comercialicen alcohol no podrán patrocinar eventos con la marca o el logo de sus productos, y no se permitirá que estas compañías ofrezcan tampoco bebidas alcohólicas de forma gratuita o como obsequio. Tampoco se permitirán imágenes de bebidas alcohólicas en series de televisión, películas o videos musicales, y en caso de hacerlo serán ocultadas. Además, las tiendas que vendan bebidas alcohólicas deberán estar a una distancia no inferior de cien metros de colegios, instalaciones universitarias, residencias de estudiantes o lugares de culto religioso. También queda prohibida la venta de bebidas con alcohol en restaurantes y comedores de residencias estudiantiles, instalaciones médicas, estadios, recintos deportivos cerrados, instalaciones educativas de cualquier tipo, cafés y pastelerías, así como en restaurantes ubicados en estaciones de servicio. Incumplir estos mandamientos tiene como consecuencia el pago de cuantiosas multas.

Erdoğan se ha escudado en el artículo 58 de la Constitución turca que insta a proteger a la juventud para justificar estas medidas. “No estamos prohibiendo el alcohol en Turquía. Un Estado debe proteger de forma natural a su juventud y su pueblo de los malos hábitos. ¿Debemos acaso promoverlos? No queremos una generación que esté borracha noche y día.” Ahora va a resultar que beber es un mal hábito y que el Estado me debe proteger de él. Si así es, me declaro culpable.

Estas declaraciones del primer ministro no deben sorprender a nadie. Ya a finales de abril volvió a polemizar en un simposio sobre el alcohol que tuvo lugar en Estambul. Entonces, Erdoğan declaró que la bebida nacional de Turquía era el ayran, (bebida no alcohólica hecha a base de yogur, agua y sal) y no el rakı (espirituoso anisado), siendo esta última la favorita del fundador de la República Mustafa Kemal Atatürk, a quien también criticó implícitamente: “En un gobierno de partido único, la promoción del alcohol se convirtió en una propaganda exagerada en la que se ponían carteles en los restaurantes. Se decía que el alcohol era útil. Además, durante los primeros años de la República la cerveza con alcohol fue desafortunadamente introducida como una bebida nacional en algunos libros. Sin embargo, nuestra bebida nacional es el ayran. El alcohol no ofrece ningún beneficio a la sociedad,” dijo en declaraciones recogidas por la agencia de noticias estatal Anatolia.

La obsesión del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) por el alcohol es destacable, especialmente si vemos los datos de consumo en Turquía. En un estudio llevado a cabo en 2010 por la OCDE, el país euroasiático consumía per cápita 1,5 litros de alcohol. Una cifra muy lejana de los 10,7 de media de la Unión Europea o los 8,7 de los Estados Unidos. Se puede ver que el peso del alcohol en la sociedad turca es casi irrisorio en comparación con los países occidentales. ¿Dónde está el problema?

La relación entre el alcohol y los accidentes de tráfico en Turquía también se tambalea por el reducido consumo ya mencionado. Como acertadamente ha expuesto Emre Deliveli, columnista de Hürriyet Daily News, de los 134.170 accidentes de tráfico que causaron la muerte o lesiones, solamente 1.819 se ocasionaron por conducir bajo la influencia del alcohol. Es una pena no poder saber el número de accidentes causados por la hipoglucemia motivada por el ayuno durante el Ramadán, aunque me temo que dicha estadística no le importe al AKP. Mientras tanto, un tercio de los accidentes tuvo lugar por no respetar los límites de velocidad. Por lo tanto, sería mejor para el país que el gobierno se centrase en hacer cumplir el reglamento de circulación.

Al parecer, el objetivo del gobierno es moldear la sociedad a su imagen y semejanza. No hay que olvidar el amplio apoyo que posee un AKP que siempre que va a las urnas gana sobradamente. El problema se origina en la imposición de unos valores por parte del gobierno a una parte de la población, sea mayoritaria o minoritaria. Si Erdoğan y sus compañeros de partido no quieren beber, que no beban, nadie les obliga, pero que no dificulten el consumo a aquellos que sí quieren beber. Y, citando una vez más a Orhan Veli, si uno quiere ser un pez en una botella de rakı, que así sea y que no se lo impidan.

Şerefe!
(¡Salud!)

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