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Opinión

Pablo Gómez

Pablo Gómez

Crónicas de Oriente

Un Sí que sabe a No

19-04-2017 - 00:00 CET

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El histórico referéndum constitucional celebrado el domingo 16 de abril en Turquía, lejos de despejar las dudas sobre el funcionamiento del sistema que se iniciaron cuando por primera vez el cargo de Presidente de la República fue sometido a sufragio directo en agosto de 2014 en unas elecciones que ganó el hasta entonces primer ministro Recep Tayyip Erdoğan, y de acabar con la incertidumbre que se generó a raíz del intento de golpe de Estado del 15 de julio de 2016, ha fracasado a la hora de poner fin a ambas situaciones.

Lo cierto es que la consulta del domingo no ha contentado a nadie, ni si quiera al propio Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), por mucho que hayan querido disimularlo festejando la victoria del “Sí”. Los resultados muestran que los votantes nacionalistas del MHP, un partido que había consensuado las reformas constitucionales con el AKP y cuyos líderes habían apoyado la campaña del “Sí”, acabaron decantándose mayoritariamente por el “No” haciendo caso omiso de su partido y evidenciando la complicada situación que atraviesa esta formación nacionalista desde hace más de dos años. Así por ejemplo, mientras que en las últimas elecciones generales celebradas el 1 de noviembre de 2015 los votos de AKP y MHP sumaron el 61,39% del total, en el referéndum del 16 de abril dichos votos permitieron al “Sí” alzarse con la victoria por sólo el 51,41% de los votos, lo que representa apenas un 2% más que los votos que tuvo el propio AKP en los comicios de 2015.

Esto supone para el AKP una victoria pírrica, porque evidencia que el apoyo del MHP ha sido papel mojado; pero además y según ha trascendido a la prensa turca en los últimos días, fuentes del partido habrían dicho que en la cúpula del AKP hay preocupación por el envejecimiento de su electorado y porque los votantes jóvenes, con mayor nivel educativo y urbanos parece que se decantaron mayoritariamente por el “No” en la consulta. Es más, el “No” fue mayoría en las provincias más pobladas y urbanizadas del Egeo y el Mediterráneo, así como en las provincias europeas de la Tracia turca, y también en Estambul y Ankara, las dos principales ciudades del país.

En cualquier caso, y al margen de análisis partidistas, el problema principal que deja el referéndum constitucional es que el “Sí” a los cambios constitucionales, incluyendo la adopción de un sistema presidencialista que pone fin al modo en que ha sido gobernada la República Turca desde su fundación hace casi 100 años, ha sido aprobado por un margen tan estrecho –un 51,41%- que lo único que hace es evidenciar la división del país y del electorado sobre esta cuestión; más aún cuando se tiene en cuenta la elevada participación en el referéndum, que ha superado el 85% y ha batido récords incluso entre el voto de los turcos residentes en el extranjero: si la participación hubiese sido menor, cabría dudas sobre la opinión de los turcos en este tema (obviamente surgirían otras sobre su interés en el referéndum, por ejemplo), pero con estos datos, queda claro que el país está dividido.

La victoria, aunque lo sea, queda además muy lejos de lo que pronosticaban inicialmente las encuestas más optimistas para el AKP y que daban al “Sí” entre el 55% y el 60% de los votos, y que hubiese despejado cualquier duda o incertidumbre sobre la preferencia de los turcos por el nuevo sistema de gobierno. Por contra, la diferencia de votos entre el “Sí” y el “No” no llega a los 1,4 millones.

No quiero que se malinterpreten mis palabras. No pretendo restar legitimidad a la victoria del “Sí” ni poner en duda su legalidad. De hecho si lo comparamos con la victoria del “Leave” en el referéndum sobre el Brexit celebrado en Reino Unido, la victoria fue muy similar –en aquel caso el “Leave” logró el 51,9% de los sufragios- con una diferencia de votos que ni siquiera llegó a los 1,3 millones; puestos a comparar, podríamos decir que como mínimo el Brexit dividió por igual al Reino Unido que el sistema presidencialista a Turquía.

Es cierto que ha habido protestas en la calles, y denuncias de “pucherazo” y fraude de la oposición; sin embargo, para los que conocemos en profundidad la política turca, sabemos que esto no es nuevo y contábamos con ello: es habitual que una y otra vez tras cada elección los partidos perdedores en Turquía denuncien problemas en el recuento y cuestionen los resultados presentando videos y pruebas que, guste o no, se han quedado siempre en poco más que titulares de prensa.

Uno de los temas más criticados ha sido la decisión a media jornada del domingo por parte de la Junta Suprema Electoral (YSK) de admitir como válidas las papeletas que no tuviesen el sello oficial de la YSK que, al menos en teoría, “demuestra” que han sido emitidas por este organismo. El partido CHP publicó incluso un video en el que se veía a oficiales de la YSK sellando papeletas por el anverso para certificar su oficialidad, queriendo demostrar con ello un supuesto fraude; para mí sin embargo el video evidencia lo contrario: que resulta trivial que un señor colocase o no el sello de la YSK en las papeletas en cuestión.

En cualquier caso ni la colocación de este sello resta legitimidad o validez a las papeletas depositadas en las urnas (que pueden ser tanto del “Sí” como del “No”, dado que la papeleta era única para ambas opciones), ni hubo protestas durante el recuento por parte de los representantes de la oposición, que firmaron las actas correspondientes. El problema vuelve a ser que las protestas y denuncias se producen a posteriori, cuando el resultado se ha visto que era el contrario al deseado. Habrá que esperar si -como el CHP aseguró- se lleva el asunto “hasta Estrasburgo si es necesario”, así como al informe final de los observadores de la OSCE y la PACE, pero por ahora las críticas de éstos van también en línea con las denuncias de la oposición turca; no obstante a mí personalmente me parece mucho más criticable el uso por parte del AKP y del propio Erdoğan de los recursos del Estado para la campaña del "Sí", lo que sin duda ha tenido un peso mucho mayor en los resultados que la presencia o no de un sello oficial en las papeletas.

Dando por válidos los resultados del referéndum del 16 de abril a falta de nuevos datos o noticias, el problema se plantea al considerar que la victoria del “Sí” a las reformas en la Constitución ha sido tan estrecha, que plantear como ya ha hecho el gobierno que las enmiendas constitucionales –incluyendo la introducción del polémico sistema presidencialista- se van a llevar a cabo porque las urnas lo han aprobado me parece de una ceguera política absoluta.

Es obvio que los cambios propuestos no han obtenido ni el resultado que esperaba el gobierno del AKP, que insistió en sacarlos adelante –primero en el parlamento y luego, al no conseguir el consenso necesario, en las urnas- , ni los apoyos suficientes para convencer a una mayoría importante de los ciudadanos turcos, especialmente a los futuros votantes como hemos visto. Si se tienen en cuenta los resultados favorables de los dos anteriores referéndums constitucionales de 2007 y 2010, cuando el “Sí” a las reformas propuestas obtuvo el 68,95% y el 57,88% de los votos, respectivamente, es más que obvio y evidente que lo que ha pesado en esta ocasión es la introducción entre los 18 artículos constitucionales reformados del sistema presidencialista, y que el AKP ha fracasado a la hora de convencer a una mayoría suficiente de turcos de las bondades del nuevo sistema de gobierno... lo que no es poca cosa teniendo en cuenta que hablamos de cómo se va a gobernar el país durante probablemente lo que resta de siglo.

Y es que aunque el AKP haya insistido en que el sistema propuesto ya existe en otros países, lo cierto es que analizando las reformas especialmente de los Artículos 87, 89 y 98 de la Constitución, queda claro que los poderes del parlamento sobre el gobierno y especialmente sobre el presidente se ven muy limitados y así, por ejemplo, no se contempla la figura del impeachment que sí existe en Estados Unidos o Reino Unido, con lo que parece que hablamos más de una presidencia al estilo de Azerbaiyán o Rusia, que de la democracia anglosajona o norteamericana. Este problema ha sido uno de los argumentos más utilizados por la oposición turca favorable al “No” en campaña, y parece que ha convencido a muchos más electores de lo que el AKP preveía.

La conclusión a todo esto es obvia: las urnas han dicho “Sí”, pero de una forma tan poco convincente que en realidad parecen estar diciendo “No”. Aunque el “Sí” ha ganado en el referéndum constitucional del 16 de abril, el resultado tan por debajo de lo esperado ha evidenciado una división tal sobre los cambios propuestos, y muy especialmente sobre el sistema presidencial, que para el AKP tratar ahora de insistir en el discurso de “el pueblo ha hablado” y de sacar adelante las reformas sin buscar nuevas fórmulas de consenso podría suponer una temeraria huída hacia adelante de consecuencias impredecibles para el partido, y por supuesto para Turquía.

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