Una publicación online israelí nos advierte que la meditación (es la palabra que usaron) de EE.UU. sobre el futuro de Bashar Assad tras la guerra ya está en marcha. Tras leer “Fuego y furia: Dentro de la Casa Blanca de Donald Trump” de Michael Wolff, uno se pregunta naturalmente qué parte del cuerpo utiliza la gente de la Casa Blanca para hacerla. Aparentemente, la gente de la Casa Blanca no lee, ni escribe ni analiza las cosas. Quizás podrían hacerlo si quisieran, pero están profundamente enfrascados en otros esfuerzos, así que simplemente especulan para crear una teoría sobre cualquier tema que tengan a mano y a partir de ahí siguen adelante.
Esos civiles en la Casa Blanca dejan las cosas la mayoría de las veces a los burócratas de carrera y a los mandos militares. Algunas veces, ni siquiera eso. Un buen ejemplo: Recuerden esa orden ejecutiva sobre inmigración, “Proteger la Nación de la Entrada de Terroristas Extranjeros en los Estados Unidos”, cuando la hicieron entrar inmediatamente en vigor para prohibir la admisión a los EE.UU. de todas las personas con visados tanto de no inmigrante como de inmigrante de siete países –Irak, Irán, Libia, Somalia, Sudán, Siria y Yemen- durante 90 días. También prohibió la entrada a todos los refugiados de cualquier parte del mundo durante 120 días, y estableció una prohibición definitiva sobre los refugiados de la devastada Siria.
Millones de personas en los Estados Unidos y muchos otros países salieron a protestar a las calles durante semanas; las compañías aéreas con billetes vendidos, los hospitales con operaciones programadas, los estudiantes con cursos contratados y pagados, o las familias visitando a sus familiares en sus países de origen, no sabían qué hacer. Ahora, sabemos a partir de ese libro que tampoco sabían qué hacer las autoridades de inmigración de los EE.UU., la policía o los diplomáticos. Al ser preguntada por el Departamento de Estado de EE.UU., por el Departamento de Seguridad Nacional y por otros, la Casa Blanca no pudo responder porque nadie había leído previamente la orden, ni antes ni durante ni tras la ceremonia de firma. Steve Bannon, quien –en palabras de Michael Wolff- “había leído un libro o dos”, fue la única persona que la leyó, y la redactó con ayuda de Stephan Miller. Ni habían escrito nunca jamás antes un edicto oficial, ni lo consultaron con nadie que lo hubiese hecho. El caos resultante le costó a los Estados Unidos millones de dólares, y más tarde tuvieron que corregirlo.
Ahora, estas personas (salvo Bannon, que perdió su empleo en la Casa Blanca tras un golpe palaciego organizado por el yerno del presidente, Jared Kushner) están pensando en qué hacer con Assad, si creemos a esa web israelí. Según la web, la gente en la Casa Blanca se sentó y comenzó “un amplio y decidido análisis sobre el futuro político del presidente sirio Bashar Assad”. Mientras usted lee estas líneas, esa gente capaz y sabia habrá completado su profundo pensamiento sobre la materia, y el “Dios Sol” (así es como el señor Trump piensa que debería ser considerado por la gente, según nos cuenta el señor Wolff) tendrá un plan sobre el que actuar.
Durante su mandato en la Casa Blanca, su predecesor no reivindicó ninguna deidad y era conocido por haber leído (y escrito) más de un par de libros; y sus compañeros, tales como el vicepresidente Joe Biden, los secretarios de Estado John Kerry y Hillary Clinton, y la asesora sobre Seguridad Nacional Susan Rice, no pudieron responder la pregunta sobre qué hacer con una persona que, según el Consejo de Seguridad de la ONU, ha matado a 250.000 personas y obligado a huir otros a 12 millones.
Trump y sus civiles, su hija y su yerno, nunca jamás entenderán la pregunta, y mucho menos podrán responderla. Sus generales están ocupados haciendo girar sus propias manivelas. Lo que la web israelí está tratando de hacer es poner palabras en boca de la Casa Blanca. Ahora que su emisario en el Despacho Oval, el señor Bannon, no sólo ha abandonado el edificio sino que ha caído en desgracia sin perspectivas de recuperarse, necesitan nuevos mecanismos para susurrar en los oídos de Trump.
Estados Unidos no tiene una política unificada para este tema. Recibieron una fuerte bofetada en su cara colectiva por parte de la Asamblea General de la ONU cuando propusieron reconocer a Jerusalén como la ciudad capital de un país que la ocupa. Después de eso, ninguna reflexión hará ningún bien a los Estados Unidos sin antes dar marcha atrás al paso dado sobre Jerusalén.
Artículo traducido del original publicado el 14-01-2018 en el diario turco Sabah.
0 Comentarios